Constitución Política de Colombia
Artículo 44. Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el cuidado y amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión. Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos riesgosos. Gozarán también de los demás derechos consagrados en la Constitución, en las leyes y en los tratados internacionales ratificados por Colombia. La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos. Cualquier persona puede exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de los infractores. Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás.
Es interesante abordar el tema de la educación desde la mirada de los derechos de los niños, pues aunque la educación misma es un derecho, dentro de ese proceso de educación escolarizada, se vulneran todo el tiempo muchos otros derechos en aras de garantizar el primero.
La pregunta es ¿Está el sistema escolar garantizando que se proteja el derecho de los niños a:
la libre expresión de su opinión?
a tener una familia y no ser separada de ella?
a no ser discriminados por raza, religión, sexo o clase social?
al cuidado y amor?
a ser protegidos de cualquier violencia física o moral o abuso sexual?
al buen trato?
A la intimidad?
A la libertad?
Al debido proceso?
Me parece que no. Al contrario, vulnerar estos derechos hace parte de las prácticas cotidianas de la vida escolar.
Mi idea no es hacer aquí un gran juicio acusatorio al sistema escolar, no creo que todos los colegios sean terribles ni que todos los maestros sean tóxicos. Estoy consciente de que para muchos niños, que viven en condiciones sociales y culturales disfuncionales, el colegio es su salvavidas y su vía de escape hacia una vida mejor con más posibilidades.
Sin embargo tampoco podemos ser tan ciegos para creer que todo lo que pasa dentro de las aulas es perfecto, armónico, enriquecedor y sobre todo respetuoso para con los niños y niñas. Son muchos los niños que sufren su paso por el colegio, sufren porque se sienten maltratados y si revisamos el listado de los derechos de los niños, veremos que esa sensación de maltrato viene de una vulneración permanente de varios de sus derechos, lo que se puede resumir en una falta total de respeto por los niños como individuos y un menosprecio por su valor como personas en muchos sentidos, por parte de maestros, personal escolar y otros alumnos.
No todos los niños son felices en el colegio y esos niños tienen derecho a ser escuchados, no a ser etiquetados como defectuosos que es lo que normalmente ocurre.
Afortunadamente las familias los están escuchando, y cada vez son más las que creen en los niños, en sus hijos, por encima de todo y están buscando otra manera de darles esa educación a la que tienen derecho sin exponerlos a esas otras experiencias nocivas de las que sus hijos se quejan y que no quieren seguir viviendo.
Yo veo, en el prototipo general de las familias que educan en casa, un afán especial por el bienestar de sus hijos. Una actitud de no seguir haciéndose los ciegos con lo que está mal en el colegio y asumir en sus manos la responsabilidad de educar a sus hijos para garantizar un mejor ambiente en el que crezcan más felices y más sanos física, moral y emocionalmente.
Sin embargo, a las familias, eduquen o no en casa, siempre es bueno recodarles que deben ser extremadamente cuidadosos en garantizar los derechos de sus hijos, de nada sirve que la sociedad y el gobierno haga todo tipo de campañas si desde la familia no se cría y educa teniendo el amor y el respeto hacia los hijos como la base de toda interacción, o decisión que los involucre.
Nos falta mucho todavía para poder decir que la infancia es respetada. A mi me gusta tener el siguiente parámetro a la hora de relacionarme con mis hijos: no hacer o decir hacia ellos nada que no haría o diría a un adulto al cual valoro y respeto: mi mamá, mi mejor amigo, mi vecino. Nos falta mucho para aprender a controlar nuestros impulsos, esos que tenemos sembrados en nuestras reacciones automáticas por la forma como fuimos criados y que salen a relucir en los momentos en que los hijos nos cuestionan o nos hacen perder la paciencia. Es un ejercicio permanente de autocontrol, de pensar antes de hablar, que todos los adultos que se relacionen con niños deberían ser capaces de realizar.
Con todo, me parece muy importante que la familia se reconozca como responsable de la educación de los hijos y que vea como un derecho, también, el disfrutar de ese proceso. Cuando se educa en casa pasan cosas lindas en la manera como los miembros de la familia se relacionan entre ellos, normalmente la familia se consolida. Es ese ambiente de amor y contención el que permite que los hijos se sientan libres de perseguir sus intereses, de expresar sus deseos y necesidades y así, con el tiempo, sin necesidad de seguir un plan de estudios van adquiriendo todo tipo de conocimientos diversos y en niveles diferentes de profundidad según la intensidad del interés por determinados temas. He visto, en todos estos años educando a mis hijos y conociendo de cerca el proceso de muchísimas otras familias, que esto sucede. Que el aprendizaje es inevitable y que si algo lo frena no es la falta de un currículo, sino la falta de respeto a la libertad de manejar su tiempo y explorar libremente.
Tanto las autoridades oficiales como los familiares y amigos se preocupan de los contenidos académicos, de si quedarán suficientemente preparados para entrar a una universidad y yo puedo decirles que sí lo logran, lo he viso pasar una y otra vez y sigue pasando y seguirá pasando, de eso no tengo duda.
Mi invitación es para los funcionarios del ICBF, Comisarías de familia, Secretarías de educación, a conocer más de cerca la educación en familia, no a través de expertos pedagogos y psicólogos, sino a través de las comunidades que lo hacemos. La mayoría de ideas que ustedes puedan tener son prejuicios nacidos del miedo y del desconocimiento, y eso le hace daño a familias que por lo general lo que buscan es hacerlo mejor que la escuela. No les pido que dejen de cumplir su labor de velar por el bienestar de los niños y niñas, pero sí que no crean que todo niño que no va al colegio está abandonado, o explotado o en riesgo. Yo me ofrezco para trabajar en equipo con ustedes para hacer llegar información veraz a los funcionarios de las distintas instancias, pues me parece muy importante para las familias de mi comunidad y para ustedes en el desarrollo de su labor.