Mi viaje sin retorno con 4 hijos y el homeschooling.
Por Ana Paulina Maya Zuluaga
Recuerdo ese día como si fuera ayer. No fue un adiós dramático con lágrimas y portazos, sino una decisión gestada en el corazón y la mente, que cambiaría para siempre el rumbo de mi familia. Era el momento de decirle adiós a la escuela, no como un acto de rebeldía, sino como el primer paso hacia un viaje sin retorno: el homeschooling.
En 2007, mis cuatro hijos eran pequeños y la idea de sacarlos del sistema tradicional era, para muchos, una locura. Para mí, Ana Paulina Maya, ingeniera de profesión y de espíritu, era un desafío a la lógica establecida, una oportunidad para diseñar un futuro educativo a la medida de mis hijos, no a la medida de un sistema.
El Nudo en el Estómago: Mis Miedos Iniciales (y cómo la curiosidad fue más fuerte)
Sé que si estás leyendo esto, probablemente has sentido lo mismo que yo al principio: ese nudo en el estómago. Evidentemente tenía miedos.
Desde que me convertí en madre, mi intuición me decía que quería una crianza diferente. Me rebelaba contra la idea de la mamá que controla todo, y anhelaba una maternidad presente e informada, buscando siempre la forma más respetuosa de acompañar a mis hijos. Pero el sistema escolar, con sus horarios, sus normas y sus expectativas externas, chocaba una y otra vez con esa visión.
Fue una tarde cualquiera, viendo un programa de televisión sobre familias que educaban en casa, cuando se encendió una chispa. “¿Homeschooling?”, me pregunté. El término era nuevo para mí, pero la idea resonó profundamente. Me sumergí en internet, devorando cada blog, foro y artículo que encontraba. Fue en esos foros de “unschooling” donde descubrí una filosofía que me cambió la vida: la de Sandra Dodd. Su enfoque en el respeto al niño, la confianza en su aprendizaje innato y la vida como aula, fue como encontrar un mapa para ese camino que apenas vislumbraba.
Pero, a pesar de la emoción, los miedos seguían ahí. Por suerte, una tarde clave conocimos a una familia homeschooler local. Verlos, conversar con ellos, sentir su paz y la alegría de sus hijos, fue el último empujón que mi esposo y yo necesitábamos. ¡Se podía! Y si ellos podían, nosotros también.
Esa tarde decidimos que al final de ese año escolar, nuestros dos hijos mayores no volverían al colegio. Los más pequeños, que estaban en jardín, se quedarían unos meses más mientras hacíamos la transición completa a nuestra nueva vida desescolarizada.
Los Primeros Pasos y los Desafíos Iniciales: Fluir de la Estructura a la Libertad
El inicio fue una mezcla de emoción y caos controlado. Intentamos replicar un poco (no mucho) la escuela en casa al principio. Diseñaba “unidades temáticas” –recuerdo una sobre el Antiguo Egipto– con libros y actividades estructuradas. También los inscribimos en clases en el pueblo donde vivíamos: música, arte, natación, incluso un taller de bisutería. Queríamos que tuvieran acceso a experiencias diversas.
Pero el mayor desafío no fue académico, fue desaprender. Desaprender la mentalidad escolar, la idea de que el aprendizaje solo ocurre entre cuatro paredes, con actividades preparadas y dirigidas por mí. Fue un proceso de deconstrucción para toda la familia, donde tuvimos que soltar las expectativas externas y empezar a escuchar nuestros propios ritmos y los de mis hijos. Pronto me di cuenta de que mis hijos preferían jugar, explorar, vivir. Las unidades temáticas, por muy divertidas que fueran, se sentían forzadas.
Las Primeras Alegrías y la Semilla del Unschooling Radical
Fue en esos momentos de pura alegría y aprendizaje auténtico donde mi enfoque comenzó a evolucionar de un homeschooling más estructurado hacia el unschooling. Una conversación clave con Pat Farenga, un gran promotor del unschooling, me confirmó lo que mi intuición ya me gritaba: la confianza en el niño es la clave.
Las alegrías se multiplicaban:
- Conexión Profunda: Vi cómo la relación entre mis hijos se transformaba. Uno de ellos, que en el colegio pasaba por momentos difíciles, se recuperó emocionalmente. Dejó de ser un niño “triste” para volver a ser él mismo, con una confianza y alegría que me llenaron el alma. Con su hermana mayor, la relación mejoró drásticamente.
- Aprendizaje Genuino: Observarlos sumergirse durante horas en un tema que les apasionaba, sin límites de tiempo ni asignaturas, era magia pura. Durante la adolescencia, por ejemplo, pudieron madurar a su propio ritmo, sin las presiones externas de la socialización forzada.
- Comunidad Vibrante: Contra el mito de la socialización, formamos una comunidad homeschooler increíble en nuestra zona rural. Mis hijos pasaban horas jugando libremente, sin supervisión constante, aprendiendo habilidades sociales reales en un entorno diverso y seguro.
- Mi Propia Transformación: El homeschooling no solo fue el camino de mis hijos; fue el mío propio. Una reinvención personal y profesional que me llevó a dedicarme a lo que hago hoy: acompañar a otras familias en este hermoso y desafiante proceso.
Un Futuro Diseñado a la medida
Hoy, mis cuatro hijos son adultos plenos, curiosos, autónomos y con caminos muy distintos, pero todos forjados en la libertad y el respeto. De hecho, mis tres hijos mayores pasaron el ICFES (el examen de equivalencia de bachillerato colombiano) sin ninguna preparación formal, con resultados exitosos. Tengo una artista plástica ya graduada y otra en formación y otro que desarrollado una exitosa carrera como programador de forma autodidacta. El menor está justo ahora acercándose al final de su etapa escolar y pensando en lo que viene a continuación.
Mirando hacia atrás, no cambiaría nada. El día que le dije adiós a la escuela fue el día que le dijimos “sí” a una vida familiar más rica, más conectada, más auténtica, donde el aprendizaje es un eco de la vida misma.
Este viaje no es para todos, pero es una opción hermosa y poderosa para quienes sienten esa llamada. Si tú, como yo, sientes esa inquietud, si los miedos te paralizan pero el anhelo de una educación diferente te llama, quiero decirte que es posible.
Mi misión ahora es acompañarte en esos “Primeros Pasos en el Homeschooling”, a desmantelar tus miedos, a diseñar ese futuro educativo que resuene con el alma de tu familia, y a descubrir la alegría de una vida donde el aprendizaje fluye con naturalidad.
Porque, al final, no se trata de dónde estudian, sino de cómo viven y aprenden a ser quienes realmente son.