A lo largo de los años he descubierto que el homeschooling tiene tantas ventajas, que podría hablar y hablar y creo que no terminaría.
Hoy quiero enfocarme en de dos de ellas: El aprendizaje significativo y la vida familiar.
Aprendizaje significativo
Este tipo de aprendizaje fue definido por Paul Usubel como “el cambio cognitivo que se da al pasar de no saber algo, a saberlo.” Es una experiencia muy personal, pues se aprende relacionando los conceptos nuevos con conceptos que ya se tienen y estos a su vez son producto de las experiencias y conocimientos adquiridos por cada persona a lo largo de su vida.
Para mí el aprendizaje significativo es el que tiene sentido y pertinencia para quien aprende, el que sucede por interés, curiosidad o necesidad, por un deseo real de entender y adquirir ese nuevo concepto o habilidad. Yo creo que es el único tipo de aprendizaje real. Lo demás es memorización. Si aprendemos algo y luego lo olvidamos, como sucede con tantas cosas que nos enseñan en el colegio, estoy convencida de que no lo aprendimos realmente aunque hayamos sacado la máxima nota en el examen.
Al educar en casa podemos enfocarnos en que lo que nuestros hijos aprendan signifique algo para ellos. Seguir un currículo o querer enseñarles algo, sólo porque en el colegio es lo que les enseñan, porque creemos que es lo que deben aprender, porque nos da miedo que queden con vacíos, no tiene mucho sentido si ese algo no genera interés en ellos, si no les llama la atención o no entienden por qué o para qué necesitan aprenderlo. El conocimiento es infinito, hay tanto por conocer y aprender que es una pérdida de tiempo, nuestro y de nuestros hijos, empecinarnos en una mínima fracción de este porque es lo que “tienen que aprender”.
El potencial de la educación en casa es enorme, permitir a nuestros hijos seguir sus intereses los va a llevar por un camino de disfrute del aprendizaje y del conocimiento que formará en ellos bases mucho más sólidas en cuanto a sus capacidades y posibilidades hacia el futuro.
La vida familiar
Es sólo cuando pasamos el tiempo con nuestros hijos sin afanes, sin correr para que no los deje el bus, saliendo de paseo cuando nosotros queremos y no cuando el colegio lo permite, que nos damos cuenta de lo poco que se nos ha permitido disfrutar el tiempo con nuestros hijos y la vida en familia, por estar cumpliendo las demandas y expectativas del sistema escolar.
Al compartir la cotidianidad con nuestros hijos, las relaciones entre todos los miembros de la familia se vuelven más cercanas. Nos conocemos más, nos entendemos mejor, hay mayor confianza y mejor comunicación. No quiere decir que todo sea idílico y no haya peleas ni desacuerdos, pero sí puedo afirmar que se reducen mucho y que se resuelven más fácil cuando suceden.
Puede ocurrir que al principio los hermanos peleen más, es una reacción natural, así como hay más tiempo para jugar, ver televisión o salir al parque también hay más tiempo para pelear. Pero si nosotros, desde nuestro papel de adultos, les mostramos una manera respetuosa de relacionarnos y les enseñamos con el ejemplo a solucionar y negociar los conflictos, luego de unos meses el ambiente en casa es mucho más cordial.
Tener una buena relación con sus padres y hermanos es vital para los niños, adolescentes y jóvenes. Les ayuda a desarrollar una autoestima sólida y les da la certeza de contar con ellos en los momentos difíciles y de tenerlos a su lado para compartir las alegrías de la vida.