El homeschooling ya no es lo que era antes.
Es marzo de 2025, en pocos días se cumplirán cinco años del inicio de la pandemia que le puso pausa al mundo. Esa pandemia también le dio un giro al panorama de la educación en casa a nivel mundial. Ocurrieron muchas cosas: el confinamiento obligado, los colegios sin saber cómo continuar; las familias, que no estaban acostumbradas a pasar tanto tiempo juntas, ahora debían seguir cumpliendo con todos sus roles en el mismo lugar, al mismo tiempo, sumándole además otros roles que solían delegar, como las tareas de la casa y la educación y cuidado de los hijos. Muchos se sintieron haciendo homeschooling… y lo odiaron. Otros descubrieron cosas de los colegios que no imaginaban y que no les gustaron. Los más afortunados conectaron con sus hijos, disfrutaron tenerlos cerca y se enamoraron de aprender junto a ellos.
También se desató una avalancha, que no ha parado desde entonces, de colegios y ofertas educativas virtuales. Y yo, que siempre he defendido los beneficios de que haya muchas opciones, para que las familias tengan de dónde elegir, ahora creo que hay demasiada oferta virtual, información que además es la primera que aparece en los buscadores cuando una familia quiere saber sobre el homeschooling.
Pienso que se hace necesario redefinir la educación en casa y reivindicarla como un ejercicio de libertad, autonomía y confianza en la capacidad infinita de aprendizaje de sus hijas e hijos.
Hacer homeschooling (o educación en familia, educación en casa, educación sin escolaridad, etc.) significa tomar las riendas de la educación de niños y jóvenes, decidiendo cómo hacerlo, desligándose del sistema escolar. Sigo creyendo que esa es la definición más certera. Y al mismo tiempo que los padres se hacen cargo del proceso educativo, encuentran que también se hacen cargo de aspectos de su vida que antes no controlaban ellos sino el sistema escolar, es decir, se descubren más libres.
Sin embargo esta definición deja por fuera a las familias que han decidido educar con colegio virtual y yo creo que algunas, aunque no todas, sí se pueden ver como homeschoolers aunque no se hayan desligado del sistema escolar. Son las que acompañan con confianza el proceso, que entienden que el aprendizaje va más allá del currículo y las notas, que animan a sus hijos a perseguir sus sueños y cultivar sus talentos sin que el colegio sea más importante. Esas familias entienden que obligar a un niño a estudiar no garantiza de ninguna manera que realmente aprenda. Aprenden a observar en sus hijos todos los avances y descubrimientos maravillosas que estos realizan, en lugar de comparar y preocuparse de que no están aprendiendo “lo que deberían” o temiendo que “se atrasen”.
No soy detractora de los colegios virtuales (antes sí, debo confesarlo), pero sí que me gustaría ver más familias valientes, como las de antes, sintiéndose capaces y seguras, haciendo las cosas diferente, guiándose menos por las formas del sistema educativo y mas por los intereses de sus hijos, su estilo de vida, sus prioridades a largo plazo.